miércoles, 2 de febrero de 2011

El Imperio Bizantino: Parte II.

(Continúa de "El Imperio Bizantino: Parte I")

Por Juan José Dobles
Maestre del Círculo Bizantius
4. Expansión Bizantina durante la Dinastía Macedónica.

En el 867 fue coronado Basilio I, dando inicio a la Dinastía Macedónica, un importante período de desarrollo cultural y expansión del Imperio Bizantino. Los primeros emperadores macedónicos lanzaron varias campañas militares para recuperar los territorios asiáticos en manos de los árabes, liberar las islas del mar Egeo y el Mediterráneo, recuperar la influencia bizantina en el sur de Italia y frenar las pretensiones búlgaras sobre los Balcanes y Constantinopla. El líder más importante de este período fue Basilio II, coronado en el 976, quien anexionó la totalidad del Reino de Bulgaria al Imperio Bizantino. Tras una sangrienta campaña militar, logró la rendición búlgara tras entregarles 14.000 prisioneros a los cuales les había sacado los ojos. El Emperador también consiguió el bautismo del príncipe ruso Vladimiro en la Iglesia Ortodoxa e inició la conquista de Armenia. A la muerte de Basilio II, el Imperio había recuperado Asia Menor y gran parte de Siria, además de Creta y Chipre. Pero la Dinastía Macedónica pronto entró en decadencia. Tras la muerte de la Emperatriz Teodora en 1056, el Imperio se sumió en una serie de guerras civiles. Los continuos ataques de los normandos en el oeste y los turcos en el este redujeron considerablemente el territorio bizantino.

Uno de los hechos más trascendentales de los últimos años de los Macedónicos ocurrió durante el reinado de Constantino IX, cuando los frecuentes conflictos entre el Papado de Roma y el Patriarcado de Constantinopla llevaron a la excomunión mutua del Papa San León IX y el Patriarca Miguel Cerulario, marcando el cisma definitivo entre el Catolicismo Romano y la Ortodoxia Griega en 1054.

5. Las Cruzadas: el Imperio Griego de Nicea y la Restauración.

En 1091 el Emperador Alejo I Comneno se encontró con un panorama desalentador cuando la capital fue sitiada por una coalición de turcos y eslavos. Desesperado, el Emperador pidió auxilio a occidente para defender a la Cristiandad Oriental del avance musulmán. Aunque los ruegos de Alejo I no lograron la ayuda deseada, en 1096 el Papa Urbano II los aprovechó para proclamar la Primera Cruzada. Ejércitos de caballeros occidentales viajaron hacia oriente destruyendo y saqueando las tierras por donde pasaban. Temeroso de aquel ejército, Alejo I se apresuró en auxiliar a los Cruzados a llegar a Asia Menor. Desde allí derrotaron a los turcos, tomaron Siria y Palestina, y fundaron los Reinos Cruzado: Jerusalén, Edesa, Antioquía y Trípoli, ninguno de los cuales reconoció la supremacía imperial. En los años siguientes las guerras enfrentaron a Cruzados, turcos y bizantinos. Al mismo tiempo la corte imperial mostró preferencia hacia los latinos occidentales, desatando la furia del pueblo de mayoría griega. En 1182 estalló una sangrienta revuelta contra los latinos liderada por Andrónico Comneno, quien se apoderó del trono. Andrónico fue derrocado a su vez por Isaac II Ángel.


Mientras la inestabilidad se apoderaba del Imperio, los Reinos Cruzados fueron destruidos uno a uno por el caudillo sarraceno Saladino. El Papa Inocencio III proclamó una Cuarta Cruzada contra Egipto. Pero las luchas internas bizantinas y los intereses de la poderosa Venecia desviaron la Cruzada hacia Constantinopla, la cual fue saqueada en 1204. Venecianos y francos se repartieron el Imperio, fundando los Reinos Latinos de Oriente. Los sobrevivientes bizantinos se reunieron en torno a varios estados que reclamaban la continuidad imperial. El más importante de estos fue el Imperio Griego de Nicea. En los siguientes 60 años los gobernantes de Nicea aprovecharon la invasión mongol de Europa Oriental y las guerras entre latinos, bizantinos, turcos y búlgaros para reconquistar Grecia y Asia Menor. En 1261 Miguel VIII Paleólogo tomó Constantinopla, restaurando el Imperio Bizantino.

6. Los Paleólogos y la Caída de Constantinopla.

La Dinastía de los Paleólogos duró casi 200 años, siendo la más larga de la historia de Bizancio. Se caracterizó por el conflicto permanente en cada una de sus fronteras, las cuales poco a poco se fueron estrechando. Por el oeste los francos invadieron los Balcanes con la intensión de marchar sobre Bizancio. Además, el rey serbio conquistó Macedonia y Albania dándose el título de Emperador. Por el norte el Reino Búlgaro volvió a convertirse en un fiero oponente. Por el este los turcos otomanos conquistaron Palestina y Asia Menor. Por el sur los piratas turcos atacaban los barcos bizantinos mientras Venecia y Génova libraban una guerra en aguas imperiales. Miguel VIII, conciente de la imposibilidad de restaurar el Imperio Oriental, cambió su título de Emperador Romano por el de Emperador de los Helenos.

A mediados del siglo XIV la situación se agravó cuando los turcos lograron instalarse del lado europeo del Bósforo, aprovechando su nueva posición para cerrar el cerco sobre Constantinopla. Durante los siguientes años destruyeron el Imperio Greco-Serbio, conquistaron la capital del Reino Búlgaro, invadieron Grecia y saquearon Tesalónica. En 1449 fue coronado Constantino XI, último emperador bizantino. La coronación se llevó a cabo en Mistra, Grecia, y el emperador tuvo que eludir el bloqueo turco para entrar en la sitiada Constantinopla. En mayo de 1453 Mohamet II dio la orden para el asalto final contra la ciudad. Utilizando el poder de sus cañones, los turcos lograron penetrar Constantinopla, la cual fue saqueada durante 3 días con sus noches. Constantino XI cayó durante la defensa, mientras que su hijo Andrés huyó a España, en donde transmitió los derechos del trono bizantino a los reyes Fernando e Isabel. Su hermana Ana fue recibida en Moscú, en donde se casó con Iván III. Desde entonces la Iglesia Rusa se proclamó defensora de la Ortodoxia y Moscú recibió el nombre de Tercera Roma. Mohamet II se trasladó a Constantinopla, a la cual dio el nombre de Estambul, capital del poderoso Imperio Otomano.

Conclusión: el Legado Bizantino.

Los aportes culturales de los bizantinos durante mucho tiempo no fueron valorados con justicia por el mundo occidental, el cual veía en Constantinopla a una imitadora de Roma, decadente y sin aportes propios a la cultura universal. Pero esta visión ha ido cambiando gracias a los estudios que nos han permitido tener un panorama más claro del importante papel que cumplieron los bizantinos en la Edad Media.

Como continuadores del legado romano, es gracias a los códigos redactados por emperadores como Teodosio I y Justiniano el Grande que los conceptos del Derecho Romano lograron perdurar y propagarse por Europa. Muchos países occidentales actualmente basan sus sistemas jurídicos en los conceptos del Derecho Romano. El Arte Románico también encontró en los bizantinos un vehículo para perdurar y perfeccionarse, principalmente la arquitectura. Esta a su vez influyó en la arquitectura turca otomana, la cual incorporó muchos de los conceptos romano-bizantinos a sus propias estructuras.


En lo cultural, el Imperio Bizantino junto con España fue uno de los dos grandes puentes de contacto entre el mundo musulmán y Europa, permitiendo el intercambio de ideas, tecnologías y conceptos estéticos. La Universidad de Constantinopla durante largo tiempo se constituyó como el punto más importante del pensamiento Europeo, equivalente al papel que tuvo Atenas durante la Antigüedad. El alfabeto cirílico merece una mención especial, pues gracias a los misioneros ortodoxos bizantinos se extendió entre los pueblos eslavos y actualmente es el sistema de escritura utilizado en muchos países, incluyendo por supuesto a Rusia.

En el ámbito religioso, los grandes concilios ecuménicos convocados por los emperadores bizantinos forjaron la identidad de la Cristiandad. Los conflictos provocados por las llamadas Herejías Cristológicas produjeron un gran número de obras de filosofía cristiana, teniendo como principal escenario los territorios dominados por los bizantinos. La religión Ortodoxa Oriental jugó un papel importante en la unificación de los pueblos griegos y eslavos que permitió la conformación de las grandes nacionalidades de Europa Oriental. Así como la identidad Católica forjó naciones como Italia, Francia y España, la Ortodoxia permitió el establecimiento de Grecia, Rusia, Ucrania y otras naciones eslavas. Las luchas de poder entre el Emperador Bizantino, el Patriarcado de Constantinopla y el Papado Romano planteó la problemática de las investiduras que siglos después se manifestaría tan severamente en Europa tras la reforma de San Gregorio VII.

Por último, se puede asegurar que la existencia del Imperio Romano Oriental mantuvo vivo el recuerdo en toda Europa del antiguo esplendor romano, el cual fue perseguido por tantos líderes europeos, para bien o para mal: Carlomagno, Federico I Barbarrosa, Carlos V, Napoleón, Hitler… La poderosa idea de una Europa unida aún hoy en día parece vivir en los corazones de muchos europeos, desde Turquía hasta Portugal, desde el Mediterráneo hasta el Mar del Norte. Quizás en la Unión Europea actual aún podemos encontrar ese anhelo por el Imperio majestuoso e idealizado que alguna vez existió. Un recuerdo que logró mantenerse vivo, en gran medida, gracias a los bizantinos.

Bibliografía:

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